domingo, 31 de agosto de 2008

Cehegín vive gracias al amor y a la ternura

El pasado viernes, 29 de agosto, a las 9 de la mañana, se celebraba un pleno extraordinario en el Ayuntamiento de Cehegín. En dicho pleno, como quinto y último punto a tratar, se habló de un convenio para la creación de un albergue para perros, entre los ayuntamientos de Caravaca, Moratalla y Cehegín.
Llevaban años intentándolo. Han acudido allí donde el ciudadano espera encontrar el apoyo necesario, para desarrollar proyectos sociales de amplio alcance, que precisan de la intervención de la Administración Pública. Han peleado lo indecible, han elaborado proyectos, los han presentado en las instancias más cercanas: los Ayuntamientos de nuestra comarca. Por fin, después de muchas decepciones, tras demasiados desplantes, lo han conseguido: se creará el albergue. Mi más sincera enhorabuena a la Asociación comarcal “Marisé Checa”, verdadera protagonista de esta gran historia de lucha ciudadana que dignifica nuestra condición de seres humanos. Conozco bien la trayectoria de tres de sus miembros, una de ellas, Carla, nos ha dejado este verano, su recuerdo estará por siempre ligado a este bello proyecto, hecho realidad. Pero, junto a Carla, su marido Antonio, al que he vuelto a ver, tras la muerte de Carla, con sus grandes amigos, perros y gatos callejeros, cuidándolos y dándoles de comer, y Sebastián Caballero, han constituido el grupo humano que con enorme dedicación y cariño han peleado para que se plasmase su sueño de años. Su lucha no sólo fue en los despachos, como toda lucha que se precie, la suya ha sido ejemplarizante, han peleado por todos y cada uno de los animales domésticos que deambulaban por nuestras calles, los han recogido, los han alimentado, los han mimado, han sufrido improperios e insultos de conciudadanos incapaces de asumir y respetar tan honrosa actitud.
He seguido muy de cerca todo el proceso, no es la primera vez que escribo sobre Carla, Antonio y Sebastián, transcribo dos escritos anteriores, el primero publicado en prensa escrita, mientras que en el segundo colaboré en su elaboración con Carmen, y ella, posteriormente, lo leyó en una de sus intervenciones en la cadena SER:

Primer escrito:
Cehegín, vive (31 de marzo de 2004)
Tal vez no sean mas que dos hechos aislados, hechos de los que queda mucho por hacer, pero, tal como se desarrollaron, en esta mañana de marzo, miércoles 31, desearía manifestar mi orgullo y satisfacción por cómo distintos sectores de mi pueblo se movilizaron contra ambos en el día de ayer, 30 de marzo.
De una parte, desde primera hora de la mañana, ciudadanos de a pie dieron la alarma de un vertido contaminante, de aspecto y olor muy desagradables, que durante todo el día el río Quípar arrastró aguas abajo. Se está investigando el origen de dicha sustancia; igual, así lo deseo, cuando esto sea publicado ya sabremos su procedencia. Policía Municipal, Seprona, Junta de Gobierno del Ayuntamiento, reunida de urgencia esa misma tarde, así como ciudadanos que avisaron de la triste circunstancia, merecen ser reconocidos, públicamente, por su diligente actuación.
La segunda circunstancia, se refiere a las llamadas continuadas que Sebastián Caballero, uno de los responsables, y más comprometido socio, de la “Asociación Marisé Checa” para la defensa y protección de animales y plantas, de Cehegín, recibió durante todo el día, según las cuales algunos de los perros, que dicha Asociación cuidaba, a la espera de poder contar con un espacio físico donde ser alojados con dignidad, estaban siendo capturados para, apunta Sebastián, ser sacrificados fuera de nuestra localidad. De entre todas las llamadas, destacaba Sebastián, con lágrimas en los ojos, la de una niña que le dejó un mensaje desesperado anunciándole que se llevaban a uno de los más nobles, me dice él, el cual tenía su morada en la gasolinera a la salida hacia Caravaca, hecho que le fue ratificado, en otra llamada, por un operario de dicha gasolinera.
Hoy, más que nunca, uno siente con orgullo su condición de ceheginero. Al tiempo que manifiesto la necesidad social y moral de que, a pesar del enorme daño ocasionado, ambos asuntos culminen satisfactoriamente.
Santos López Giménez


Segundo escrito:
Amor y ternura (27 de abril de 2007)
Hablar con ellos y afianzar mi confianza en el ser humano, agigantando mi ilusión por la vida, es todo una. Te hablan desde la ternura, desde el amor más puro por los animales. Gatos y perros suelen ser sus compañeros, es difícil que estando con ellos no haya un gato o un perro merodeando en torno nuestra, cuando no un numeroso grupo, esperando su alimento. Pertenecen a la Asociación Marisé Checa, llevan años luchando y velando, en Cehegín, para que la dignidad, tan difícil de hacerla valer entre seres humanos, no sólo sea aplicable al hombre, también a los animales. Antonio, conocido por todos como “el Correas”, y su esposa Carla, claman por lograr que el trato que aquí damos a los animales, se asemeje al que ellos vivieron en Italia o Argentina. Ambos países son sus referentes vitales, en ellos pasaron buena parte de su juventud; Antonio es ceheginero, Carla, italiana. Me cuentan que, de cuando en cuando, reciben insultos de sus propios conciudadanos, de sus vecinos; todo, porque alimentan a gatos y perros, y claro, es una fea costumbre, un mal ejemplo para unos cuantos impolutos ciudadanos, los mismos que suelen quejarse de ver a los inmigrantes que llegan a Cehegín, lavándose, comiendo o charlando en algún parque de nuestro pueblo. Antonio y Carla, se sienten señalados, no encuentran la solidaria actitud que su gesto merece, son víctimas del desprecio que acarrea la insensibilidad, la intransigencia, de algunos conciudadanos incapaces de hallar motivos para cambiar su actitud. Volvemos, una y otra vez, al punto de partida, nos topamos con una sociedad insensibilizada, educada desde la más absoluta insensibilidad, que huye del compromiso, que no vislumbra desde los gestores de la administración gesto alguno que la ayude a recapacitar, sociedad condenada al ostracismo, esclavizada según los patrones que marca la única razón de ser que la hace creer que está viva: el dinero y toda su parafernalia de complejos comerciales y artificiosas maneras de vida, que no casan con eso de andar por las calles tirando de un carro de la compra cargado de comida para indefensos animales cuyo futuro es del todo incierto.
Junto a Antonio y a Carla, Sebastián Caballero, lleva años intentando crear un albergue para perros, a través del cual poder planificar, con toda la dignidad que merecen, el futuro de tantos perros callejeros de nuestras calles y parques. En varias ocasiones, su desilusión, ante promesas que luego no han cuajado, le ha llevado a dirigirse a los medios de comunicación denunciando esos incumplimientos del Ayuntamiento de su pueblo. Sin embargo, las causas nobles, antes o después, llegan a buen puerto; al parecer, su soñado proyecto, en un pueblo de la comarca que no es su Cehegín del alma, pudiera llevarse a cabo. Ojala, desde Cehegín, desde su Ayuntamiento, a partir del próximo 27 de mayo, a un mes vista, se pueda comenzar a apuntalar ese precioso proyecto, tanto si su definitiva ubicación física está fuera o dentro de nuestro término municipal.
Carmen García Camacho (SER Noroeste)

Termino. Cuando la elegancia preside los grandes momentos vividos por el ser humano, los acontecimientos concluyen impregnados de ella. Pero, cuando la elegancia brilla por su ausencia, cuando la irracionalidad adorna las intenciones humanas, cuando la vendetta se convierte en guía de nuestros actos, somos capaces de empañar esos grandes momentos, nunca de ocultarlos. Al parecer, el Alcalde de Cehegín, en el pleno extraordinario citado, fue incapaz de reconocer lo que a todas luces ha sido la consecución de un grupo de ciudadanos, cuyo empeño y buen hacer, yendo aquí y allá, entrevistándose con quien hiciese falta, ha desembocado en una gran noticia para nuestra comarca; bien al contrario, arremetió con desprecio hacia una de las personas citadas. Señor Alcalde de Cehegín, ningunee si lo desea, pero no difame, no empañe el buen nombre de sus ciudadanos. En mi opinión, nada hay más enriquecedor que una ciudadanía que aporta ideas, que las lucha, que se desvive por el bien común, ¿tan difícil le resulta entender eso?

domingo, 17 de agosto de 2008

Baztán

“Es menos doloroso escribir que guardar”. En alguna ocasión, refiriéndome a mi admirado, ya desaparecido, Eduardo Haro Tecglen, hice mención a ese entrecomillado. Se trataba de una afirmación genérica, sobre el hábito de escribir, que daba respuesta a la pregunta de un periodista cuando, en abril de 1996, Eduardo, presentaba su libro “El niño republicano”.
Me apoyo en la reflexión anterior, para intentar dar forma, por escrito, a un viaje familiar, llevado a cabo entre finales de julio y principios de agosto últimos. Y busco este apoyo ya que no siempre tiene uno el ánimo a disposición de la creatividad, no siempre dispone uno del sosiego necesario para poner en práctica tan valiosa herramienta, no siempre la armonía externa deja el margen preciso.
Si hoy me siento ante el folio en blanco a describir las sensaciones y vivencias de ese reconfortante viaje, lo hago porque, a pesar de todo, me apetece; lo hago, pensando en mi familia; pero además, en agradecimiento a una persona que tuvo el gusto de pedirme, antes de realizar el viaje, en un par de ocasiones, que lo relatase, y lo hizo después de que en años anteriores leyese aquello que escribí sobre otros viajes realizados.
La comarca del Baztan, al norte de Navarra, ha sido nuestro destino. Un bonito caserío, ubicado entre ondulados montes verdes, en un pequeño pueblo de nombre Azpilkueta, nos alojó durante una semana. Desde allí, realizamos varios recorridos en los que, a diferencia de otras ocasiones, las rutas a pie no fueron las protagonistas, aunque también las llevamos a cabo. Antes de alojarnos en el caserío, desde un camping, donde pasamos dos noches, cercano a Sumbilla, uno de los preciosos pueblos que conforman esta bella comarca, intentamos ascender al monte Mendaur (destacado, con sus 1131m., en la zona), nuestro intento fue en vano: el día era especialmente caluroso, muy lejos de la tónica general, de la que disfrutamos el resto del tiempo, de agradables temperaturas y periódicas lluvias, chirimiris y nieblas cargadas de humedad; la opinión de un paisano, que cuidaba sus vacas, quien, amablemente, nos aconsejó posponer la citada ascensión, ofreciéndonos a cambio una alternativa más suave que nos llevaría a la linde Oeste del Señorío de Bértiz (espacio protegido, bosque autóctono, con predominio del haya), nos hizo reconducir nuestros pasos hacia esa otra ruta más acorde con el rigor climático, e igual de interesante desde las perspectivas botánica y faunística que tan en cuenta solemos tener, amén de la puramente paisajística.
En otra ruta a pie, partiendo del caserío, nos internamos en un bosque de robles y hayas, salpicado de majuelos, cercados por zarzas u otras rosaceas, y cubiertos, en su base, de densos mantos de helechos. Delicioso paseo que nos llevó a Arizkun, durante el cual, milanos, buitres y garzas reales, entre la variada fauna ornitológica, nos iban saliendo al paso para nuestro deleite. En Arizkun, como después en Azpilkueta, hicimos nuestros pinitos con el frontón a mano. Es bien conocida la existencia, en los pueblos de Euskalherría, de elegantes frontones, casi siempre adosados a la iglesia del pueblo.
Pero, como comentaba al principio, este ha sido un viaje donde los vehículos han tenido bastante protagonismo. La primera gran salida, con este medio de transporte, la hicimos dirigiéndonos hacia San Juan de Luz, ciudad costera, ubicada en el País Vasco francés. Tras dejarnos llevar por su paseo marítimo, en un día cubierto, y contemplar la inmensidad de su playa, acabada allí donde un prominente acantilado adquiría las formas atlánticas, nos dirigimos hacia Hendaya. En Hendaya, hubo quien tomó un baño en sus aguas marinas; antes de partir hacia Irún, sobre la marcha, la curiosidad nos hizo volver la cabeza y dejar una impronta gráfica, de un lugar de tétrica significación histórica, un lugar donde el fascismo representó una de sus farsas históricas, allí donde dos energúmenos, de infausto recuerdo, estrecharon sus pestilentes manos.
Irún nos recibía a primera hora de la tarde, ofreciéndonos la visita a una claustrofóbica zona húmeda, asediada por todo tipo de infraestructuras a su alrededor. Aún así, se trataba de un espacio protegido, con varias charcas de agua dulce, morada de un buen número de aves acuáticas adaptadas a esa claustrofóbica existencia. A tiro de piedra, Hondarribia, sería la siguiente parada de nuestro devenir norteño. Después, San Sebastián, elegante como ninguna, ocuparía el resto de la tarde: su casco viejo, la Concha, el Boulevard, para terminar en el Kursaal contemplando una interesante exposición de pintura y fotografía de artistas sudamericanos.
En jornadas posteriores, volvimos a Francia por dos ocasiones. Una de ellas nos llevaría a Tournay, pueblo próximo a Tarbes, en las inmediaciones de los Pirineos, a la altura de Huesca. Visitar a nuestra amiga Marina fue la excusa perfecta para realizar tan largo desplazamiento, unos doscientos y pico kilómetros; mereció la pena, nuevos lugares para captar nuevas sensaciones, para dejar paso a nuevas ideas y modos de ver la vida. Marina, desde hace unos días, anda por Perú, en Lima, dispuesta a indagar sobre importantes aspectos teatrales precolombinos de las comunidades indígenas.
En las inmediaciones de esta rica y hermosa comarca, existen otros lugares, otras localidades, igualmente bellas y cargadas de historia. Es el caso de Vera de Bidasoa, pueblo cuya historia está jalonada de diversas incursiones militares que, a pesar del sufrimiento de sus moradores, la han catapultado a nuestros días como una bellísima población, atravesada por el Bidasoa, y que cuenta, entre sus vecinos con los descendientes de Pío Baroja y Julio Caro Baroja, cuya hermosa casa tuvimos ocasión de contemplar, e imaginar cómo debieron ser los años de creación literaria, por parte del primero, e investigación antropológica por el segundo. Por otro lado, a la tarde de ese día, en que visitamos Vera de Bidasoa, acudimos a la cueva de Zugarramurdi, formación kársticas, en la cual, además de la historia geológica, la historia humana ha dejado huellas indelebles. La brujería, durante el siglo XVII, se adueñó de calenturientas mentes, obrando rituales y, lo que es peor, comportamientos de rencor y desprecio que constituyeron la base de masivas detenciones y quemas en la hoguera; en muchos casos, con las únicas pruebas que otorgan la envidia acompañada de la difamación insidiosa que los administradores inquisidores de la época dieron por buenas para ejecuciones masivas de ciudadanos. Pero además, hornos de cal, construidos en el siglo XVIII, empleados para conseguir cal, que se utilizaba en agricultura neutralizando suelos ácidos, y que sacó del apuro a sus pobladores durante épocas de hambruna; por último, las rutas del contrabando, que por estar Zugarramurdi muy próximo a la frontera, constituía una estación de paso para los contrabandistas de diferentes épocas. Brujería, hornos de cal y contrabando, fundamentos de la visita a la cueva de Zugarramurdi, así como el entorno que la rodea, por constituir los lugares donde se desarrollaron los citados hechos históricos.
El pueblo de Elizondo, es a la sazón la capital de la comarca de Baztan. En la primera visita que hicimos a Elizondo, tuvimos el privilegio de contemplar sus bellas calles y las fiestas locales que estaban celebrándose. Cinco días después, una competición de deportes vascos de raíz, así como una muestra artesanal (lana, madera, forja) ocuparon la tarde del sábado 2 de agosto, cuya mañana se destinó a actividades variadas, incluido un partido de frontón en Azpilkueta, culminada con una barbacoa en honor de las Ángeles que nos acompañaban (María Ángeles y Gelen).
Al día siguiente, domingo 3 de agosto, un destino previsto e innegociable, nos estaba esperando: La Selva de Irati, donde hayas, abetos, robles (en menor medida), entre otros grandes y bellos árboles, y todo un elenco arbustivo, como el boj, el acebo, el espino, el avellano o el enebro; así como helechos, líquenes y musgos, dan forma a una de las más bellas masas forestales de la Península Ibérica, cuyo climax de belleza se alcanza en otoño cuando la variación cromática se derrama en toda su extensión, pero ese habría de ser motivo de otro viaje que, de momento, no parece sea posible para el otoño que se avecina.
Y, por último, a la vuelta de Irati, hicimos parada allí donde, durante siglos, la han hecho miles de peregrinos que año tras año, desde toda Europa, acuden a Santiago de Compostela. Lugar de una importante significación religiosa que, no obstante, atesora un momento histórico curioso, aunque muy cruel, en el marco de la conocida como Batalla de Roncesvalles, el 15 de agosto del año 778, con insignes referentes humanos, Carlomagno y su sobrino Roldán, de la que, aún hoy, los historiadores, siguen dando vueltas a las causas que la ocasionaron, e incluso, según qué fuentes, se citan dos fechas con dos batallas distintas. Lo cierto es que, en esa fecha, miles de soldados de Carlomagno, que volvían a Francia tras acudir a una llamada del Gobernador árabe de Zaragoza, murieron aquel día, incluido su propio sobrino, estando la teoría más aceptada próxima a adjudicar la autoría a vascones conocedores del medio abrupto en que se ubica el desfiladero de Roncesvalles, quienes causaran tan enorme y cruel emboscada.
Mientras recorríamos los edificios que dan forma a Roncesvalles, acompañados de un guía, informándonos de los aspectos históricos de este lugar, tuvimos ocasión de contemplar en vuelo a dos rapaces que, dejando en suspenso su confirmación, podrían tratarse de dos quebrantahuesos, lo cual, permítaseme, para uno, y para sus acompañantes, fue todo un lujazo.
Antes de terminar, no quisiera dejar pasar por alto, la ocasión de mencionar a un matrimonio, ambos jubilados, que no inactivos, los cuales, fueron las primeras personas con las que tuvimos la fortuna de hablar nada más llegar a Azpilkueta. Además de su sencillez, de su amabilidad, de que nos contasen, en cuestión de minutos, su larga y prolífica vida, como vaqueros en América del Norte y en los Alpes, quisiera destacar el comentario que la mujer nos hiciese sobre su lengua materna, el euskera. Nos decía la señora que, cuando niña, aprendió el euskera mucho antes que el castellano, lo cual, para algunas personas de Pamplona u otros grandes pueblos o ciudades, era sinónimo de idiotez, les llamaban tontos. Pues bien, aquellas mismas personas, al pasar los años, con los nuevos tiempos, se convertirían en adalides del euskera, abanderados de una causa en la que, cuando había que creer, no creyeron.
Ha sido un placer llevar a cabo este pequeño esfuerzo de recuperar lo vivido, en el mencionado viaje, de conjugar sensaciones y vivencias, y mostrarlas sin pudor a toda aquella persona que tenga a bien acercarse a su lectura y a contemplar algunas de las instantáneas que recogimos durante esos nueve maravillosos días.