lunes, 31 de agosto de 2009

El alma tiene extraños refugios...

"Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino".

Gabriela Mistral
Un año después, heme aquí ante el folio en blanco para tratar de dar forma escrita a un nuevo viaje de la serie que, desde 2005, anualmente, en el periodo estival vacacional, durante unos diez días, realizamos mi familia y yo, buscando el norte peninsular.
El medio natural es, y seguirá siendo, el elemento fundamental que guía el diseño de nuestros viajes. En torno a él vamos gestando el resto de actividades que le acompañan. Como ya hiciésemos el pasado año, dos han sido las ubicaciones en las que hemos asentado nuestro particular campamento base. Por un lado, las cercanías de los Parques Naturales de Urkiola y Gorbeia, concretamente el camping Zubizabala,
próximo a Otxandio, nos acogió durante tres días. Sus cimas más significativas fueron el destino de sendos ascensos que realizamos durante el segundo y tercer día de estancia. Las míticas cumbres vizcaínas del Anboto, abrupto en sus últimas estribaciones, y el Gorbeia, sin aparente dificultad, pero cuya ascensión asfixia al más pintado, supusieron un pequeño reto del que dimos cuenta no sin un punto de esfuerzo y pequeño sufrimiento, ampliamente superados por la recompensa del camino, entre bosques de hayedos y coníferas, y la feliz llegada a la cima, plena de hermosos paisajes donde los verdes bosques, profundos valles, caseríos y pueblos quedaban a nuestros pies. De entre los variados encuentros faunísticos, de bonitos insectos y aves, donde rapaces y córvidos multiplicaron sus apariciones en nuestro camino, quisiera destacar a la pequeña víbora que se nos cruzó mientras ascendíamos al Gorbeia, y al topillo que bajando del mismo encontramos enmedio de la umbría vereda que nos acompañaba.
Vizcaya nos despidió con una desapacible noche de humedad y niebla, cuya continuidad celebramos al amanecer. Buen sabor de boca nos dejaban las excursiones realizadas, así como el trato amable y atento de las personas que, tanto en el camping como en Otxandio y alrededores, cuando las requerimos, dieron respuesta a nuestras solicitudes de ayuda. Por estas tierras de Euskalerría, las buenas gentes, la gran mayoría, están tan hartas de malnacidos que, algunas de ellas, se ven en la obligación de, a modo de coletilla, enfatizar sobre su condición de hospitalarios. Escucha uno tanta estupidez, respecto a los ciudadanos vascos y/o catalanes, que no es de extrañar ese tipo de reacción. Bienvenido será el día en que ningún ciudadano del mundo haya de cargar en su conciencia con las tropelías y barbaridades de otros, pero, sobre todo, bienvenido será aquel día en que nadie haga reflexiones generalizantes, con ánimo de insulto y humillación, respecto de las gentes que compartan un espacio geográfico concreto.

Después de tres días, bajo un manto de niebla, a media mañana, tras levantar las tiendas de campaña, salimos para La Rioja, dejando atrás ese ambiente frío y húmedo, sin sospechar que, en lo sucesivo, sería el calor diurno el protagonista. El Valle del Cidacos era nuestro destino, en él permanecimos durante siete días. En concreto, una casa rural situada en una aldea, próxima a Enciso, llamada Poyales, nos acogió durante ese periodo.



Para hablar de Poyales, y de su casa rural, María, la dueña de la casa, a través de su página, os puede contar, mucho más y mejor que yo, sobre el pueblo, la casa rural y su entorno: http://www.elvalleencantado.com/ . Desde aquí, un gran abrazo para ella, de todos los que allí estuvimos.


Muchas y variadas fueron las actividades que, sobre la marcha, fuimos proponiendo desde este nuevo enclave, el cual, amén de su ubicación natural de privilegio, que en el pasado lo convirtiese en lugar de paso para el ganado trashumante entre el Valle del Ebro y la Meseta, sin embargo, a un tiempo, ha sido la mano del hombre la que, en un ambiente de fuertes pendientes montañosas, fue modelando, a base de terrazas, el paisaje, obteniendo el máximo rendimiento agrícola de unos espacios, a priori, de muy difícil explotación. No obstante, bosques de hayas, coníferas o encinas, a modo de islas, tuvimos ocasión de contemplarlos aquí y allá, así como un hermoso bosque de ribera, acompañando al Cidacos, en su trayecto medio-alto. Un intento de recorrer la Vía Verde del Cidacos, entre Arnedillo y Préjano, hubimos de reducirlo en distancia ante el rigor del calor, lo cual, sin embargo, no nos impidió contemplar la gran colonia de buitres que se aglutina en los farallones montañosos de las inmediaciones de Arnedillo.








La Historia, humana y natural, ha sido muy generosa con La Rioja, dejando legados que hoy exhiben los riojanos orgullosos de su pasado y de las huellas que de él han quedado. Ocasión tuvimos de visitarlas: unas, en algunos de sus más significativos monasterios, como el de Yuso, en San Millán de la Cogolla, donde se exhibe la copia facsimil de las Glosas emilianenses, el primer documento en el que asoma el castellano escrito, también el euskera; otras, sobre el terreno, como la senda de los dinosaurios de Enciso, visitando Valdecevillo, donde tuvimos ocasión de ver y tocar insitu las huellas de estos enormes reptiles del pasado.





Nájera, y su monasterio de Santa María la Real, donde se gestaron los reinos medievales, ambos de enorme belleza,
fueron motivo de otra de las visitas que tuvimos ocasión de realizar: lugares donde el peso de la Historia desborda tus sentidos.
Arnedo, con su ruinoso y hermoso castillo roquero, elevado sobre un imponente cerro, desde cuyo mirador se tiene una bella estampa de la ciudad y del valle del Cidacos, motivaron nuestra atención y constituyeron otra de las agraciadas visitas de cuyo privilegio gozamos. Aquí, en Arnedo, hicimos una incursión en su Casa de Cultura, visitando el Museo de Ciencias Naturales; de sus salas temáticas, nos encantó la dedicada a los yacimientos de Atapuerca, donde se exponen útiles prehistóricos y objetos para el adorno personal, la adoración y el culto, durante el Paleolítico Inferior; otra de sus interesantes salas lo es la de Paleontología, situada en lo que fuesen bodegas del edificio que alberga la actual Casa de Cultura, el Palacio del Arzobispo Argáiz, que contiene réplicas de huellas, cráneos, garras y dientes de dinosaurios, dando cuenta de las características de las especies que habitaron estos lugares hace millones de años. Mención especial merece su Biblioteca Pública, alojada también en la Casa de Cultura, con una estructura y diseño, respecto de la organización de su contenido y la difusión del mismo, muy interesantes, dando fe del buen hacer de sus gestores y administradores, y de la amabilidad para con los usuarios de dicha Biblioteca, de lo cual fuimos testigos.



La visita a la Feria de Artesanía de Calahorra, de alcance nacional, con artistas llegados de todas partes, concediéndonos el honor de ser testigos de su trabajo; y el paseo por la ciudad de Logroño, pequeña pero coqueta, ocuparon nuestro penúltimo día de estancia en La Rioja.
Al llegar el décimo día de nuestro viaje tocaba volver y, en ese retorno, una inesperada parada nos esperaba antes de llegar a la vecina Soria: Numancia, ciudad celtibérica y romana, provocó esa parada no programada cuya visita satisfizo ampliamente las expectativas que esa mítica ciudad provoca. Y, antes de enfilar la ruta de vuelta definitiva, Soria, la Soria de Machado, aunque sólo fuese para andar algunas de sus céntricas calles y plazas, encontrando múltiples referencias al poeta, supondría nuestro último alto en el camino.






...y de este extraño refugio, este viaje, como todos los viajes, renueva tu alma, la purifica actuando a modo de chorro de aire fresco confiriéndole una visión renovada de la realidad. El pasado año, al introducir el relato de nuestro viaje al Baztán, lo hacía apoyándome en la reflexión de Haro Tecglen “es menos doloroso escribir que guardar”. Ahora, unos cuantos días después de volver de nuestro viaje, me doy cuenta de que esa máxima, en mi fuero interno, sigue más viva que nunca. Las razones últimas, de esa vitalidad, es probable que difieran muy poco respecto de otros momentos, tal vez, sí que difiera mi percepción actual. Percibir una amenaza cercana, de consecuencias imprevisibles, es una de las sensaciones más paralizantes, y horribles, a las que ha de hacer frente un ser humano, lo cual, sin duda, entra en contradicción con nuestra condición animal. Maldad con saña, son las tres palabras que definen a esa amenaza. Amenaza cuya influencia sobre la tranquilidad de mi familia me inquieta, y me lleva a formular esta reflexión como epílogo de un escrito que, como tantos otros, pretende ahuyentar esa nociva percepción, combatirla con entereza y evitar el daño que me está haciendo.
Santos López Giménez

sábado, 29 de agosto de 2009

El temor de los intelectuales a la política

El tema, para una mayoría, puede resultar menor. Para la misma mayoría que sostiene, mediante un clientelismo obsceno, las estructuras del poder político, sin que importen, ni de lejos, planteamientos de futuro que fomenten una cultura social democrática donde prevalezca el sentido crítico.
El autor, se expresa desde la globalidad, no obstante, echad un vistazo en vuestro ambiente inmediato, es muy sencillo localizar los variados aspectos globales que nos enuncia.
El compadreo es la lacra más nociva de nuestra sociedad, no sólo el conformismo.
En todo caso, visiones domésticas a un lado, merece la pena leer con detenimiento la propuesta que Ramin Jahanbegloo nos hace hoy desde la tribuna de El País.


El temor de los intelectuales a la política

Las dos culturas, el conocido ensayo del científico y novelista británico C. P. Snow, salió a la luz en 1959. Snow defendía ahí la tesis de que el colapso de la comunicación entre las dos culturas de la sociedad moderna -las ciencias y las humanidades- era un freno para la resolución de los problemas del mundo. Medio siglo después, el debate iniciado por Snow ha tomado una nueva forma. El siglo XXI representa, en términos generales, la separación de los intelectuales y la política. Pocas veces habían estado tan alejados los intelectuales y el mundo político.

Los intelectuales críticos son hoy una especie en vías de extinción. Temen la política, y se diría que la política muestra una indiferencia absoluta por todo lo que se pueda denominar intelectual. Hay otros muchos que consideran que nos encontramos ante un declive de lo intelectual. Según ellos, la intelectualidad se ha distanciado de la esfera pública para acercarse a un mundo cada vez más profesionalizado y más empresarial. En otras palabras, los intelectuales están perdiendo su autoridad pública para dirigirse al poder, al tiempo que cada vez son más incapaces de realizar sus funciones de una forma independiente y crítica. Nunca se habían mostrado tan profundamente opuestas la conciencia crítica y la esfera pública.

Parece que los intelectuales de hoy pensaran que puesto que todas las verdades morales son relativas, ya no hay necesidad de ser la voz moral de un mundo sin voz. El afán de ciertos intelectuales de aparentar que lo políticamente correcto y sensato es desestimar la importancia que tienen los imperativos morales en la esfera pública no es más que una forma de hacer coincidir las necesidades humanitarias urgentes del mundo en el que vivimos con las necesidades concretas de su carrera o su ascenso profesional. Asalariados, ocupando cátedras o titularidades permanentes, pensionistas, muchos intelectuales se encuentran encadenados a la rueda de una carrera y una profesión respetables que paradójicamente estanca su capacidad para la crítica en un contexto no conflictivo.

Para ser más precisos, los mezquinos intereses personales han destruido los llamados intereses públicos de los intelectuales. Al olvidarse de la política, rápidamente y sin dejar lugar para el arrepentimiento, muchos intelectuales del mundo actual degradaron y abandonaron la idea de la esfera pública, transformándose en defensores de la cultura de masas carentes de todo sentido crítico. Es en virtud de esta falta de sentido crítico con respecto a la vida pública por lo que los politólogos y los expertos culturales han venido a sustituirlos como actores sociológicos en el mundo contemporáneo. A los intelectuales ya no les interesa reflexionar y debatir sobre los valores, su único interés reside en el comentario de los hechos. Así, con la aparición de la aldea global postindustrial, dominada por las redes mediáticas y la comunicación tecnológica, en las que las voces disidentes suelen estar acalladas, una "epidemia de conformismo" ha paralizado al completo la vida pública, convirtiéndola en una entidad impulsada única y exclusivamente por el mercado.

Para investigar la evolución del compromiso de los intelectuales en la historia europea del siglo XX, tenemos que empezar con el affaire Dreyfus y la aparición de la categoría "intelectual". Pese a las diferentes posturas que cristalizaron durante el affaire Dreyfus, ambas partes estaban de acuerdo en que el intelectual tenía que comprometerse. Uno de los que participó a favor de Dreyfus fue Julian Benda, el filósofo judío conocido fundamentalmente como autor de La traición de los intelectuales, donde afirma que "la labor del intelectual es defender los valores universales, por encima de la política del momento". Para Benda, por consiguiente, el intelectual es un sujeto que opera dentro de un marco moral y se atiene a unos valores trascendentales, libre de las impurezas de la política. Probablemente Zola se merece este honor, no por sus novelas, sino porque llegó a ser un intelectual que atacó la injusticia, el prejuicio y la intolerancia en la esfera pública. De este modo restauró la función que Sócrates había reservado para el filósofo: defender la universalidad de la búsqueda de la verdad y luchar contra la violencia.

El método de Sócrates para dominar la violencia era el uso del diálogo frente a las convicciones políticas. Con su mayéutica -conócete a ti mismo- Sócrates invitaba a los atenienses a interrogarse. Y aunque sea un fin en sí mismo, aprender a interrogarse es también una condición y un punto de partida para cualquier intelectual que quiera obrar honestamente. La honestidad es abrirse a la pluralidad humana; es cobijar la idea, intrínseca al trabajo de un intelectual dialógico, de que cada persona contiene "multitudes", como dice Whitman en su Canto a mí mismo. Todo intelectual necesita de esta multiplicidad, no sólo para conectar con los otros, sino también para ensalzar y valorar, como un elemento constitutivo del mundo, las diferencias que existen entre las personas. La idea de diferencia presupone otro valor igualmente esencial a la condición de intelectual: el respeto.

Una de las tareas del intelectual es pensar en cómo reformar y mejorar la sociedad. Su empeño primordial debe centrarse en la educación cívica de los otros ciudadanos para la responsabilidad que entraña la auto-gobernanza democrática. ¿No perdería todo el significado que tiene para nosotros el valor supremo de la historia si admitiéramos que son muchos los intelectuales que consideran que lo que denominamos examen crítico de la esfera política es un ejercicio fútil? Si no se lee y se ejerce el espíritu crítico, la historia podría convertirse en una simple repetición de los errores humanos. Por el contrario, cuando se comprometen con la historia, los intelectuales no sólo necesitan una mente abierta, sino también crítica, capaz de entender que las verdades pueden ser parciales; una mente que se interrogue continuamente. Lo importante aquí es que la manera de protegerse contra toda tentación de colaboración con el mal es interrogarse y reflexionar con sentido crítico.

Con este planteamiento, la pregunta es: ¿cómo se puede hablar de preservar la ética en la esfera política y de no caer en el mal cuando han dejado de existir los absolutos morales? Poco después de terminada la guerra, en 1945 y en uno de los primeros ensayos que aparecieron al respecto, Hannah Arendt decía que "el problema del mal será el tema fundamental de la vida intelectual en la Europa de posguerra, de la misma manera que la muerte fue el tema de reflexión fundamental después de la Primera Guerra Mundial". Creo que Arendt estaba en lo cierto, sobre todo porque en el mundo de hoy el problema del mal y sus implicaciones políticas constituye un desafío importante para el estatus público y la integridad moral de los intelectuales.

Cierto es que todos somos moralmente responsables de las calamidades e injusticias del mundo en el que vivimos. Pero no es menos cierto que el papel social y político de los intelectuales conlleva una mayor responsabilidad moral. Como señala Max Weber, el compromiso intelectual requiere la ética del héroe, pues hace falta una gran valentía moral para enfrentarse a las responsabilidades que se adquieren en la esfera pública.

Muchos creen, por supuesto, que ser hoy un intelectual comprometido con la vida pública no es nada del otro mundo, ya que ser demócrata y vivir en una democracia no supone ningún riesgo, ningún desafío. Pero, dado que no puede haber una democratización y una globalización reales si no están acompañadas de una labor crítica real por parte de los intelectuales, en su función de contrapoderes, ser hoy un intelectual crítico significa también ejercer de conciencia moral del mundo globalizado. Por eso, para los intelectuales comprometidos, la verdadera lucha no se limita a estar a favor o en contra de la política, sino que se trata sobre todo de una batalla en defensa de lo humanitario frente a lo inhumano. Se trata de tener la valentía de alzar la voz en nombre de la no violencia y en contra de la injusticia. Por esta razón, aunque el concepto haya perdido hoy la fuerza que tuvo en el momento del caso Dreyfus, se ha de mantener la función del intelectual público. Mientras los humanos sigamos creyendo que la esperanza no es una palabra fútil, los intelectuales no dejarán de ser útiles en todas las sociedades.

Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto.
Traducción de Pilar Vázquez

http://www.elpais.com/articulo/opinion/temor/intelectuales/politica/elpepiopi/20090829elpepiopi_11/Tes/