martes, 17 de noviembre de 2009

La leyenda del tiempo

Veintiocho de julio de 1995, en la tarde de aquel día, por vez primera, me invitaron a escuchar “La leyenda del tiempo”... Camarón ya era un mito del flamenco, ya había sido encumbrado al Olimpo del flamenco, lo había encumbrado la crítica pero, por encima de todo, para el pueblo gitano simbolizaba la enormidad de su cultura: era, y es, una auténtica devoción la que su pueblo le profesa. Habían pasado tres años de su muerte y dieciséis desde que compusiera, junto a un ramillete de grandes artistas, esta emblemática canción que daba título al disco con el que homenajeaba a Federico García Lorca. La importancia de Camarón, convirtieron el proceso de creación en un proceloso camino plagado de duras criticas contra lo que los puristas del flamenco entendían significaba una puya difícilmente asimilable. Hoy, según parece, se la considera la mejor pieza de la historia del flamenco…Aquella tarde, volvía de vivir uno de los momentos más difíciles de mi vida o, dicho de otro modo, de salvar un momento que pudo ser trágico: junto a un grupo de operarios del INFOCA, tratando de apagar un fuego en Sierra Cabrera, Almería, en un momento dado, cambió la dirección del viento lo que ocasionó una despavorida huida con el fuego pisándonos los talones. Una insignificante casualidad que, para mí, parece obvio, ligará de por vida aquel día con “La leyenda del tiempo”.

Santos López Giménez

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