miércoles, 25 de agosto de 2010

Buscando en la memoria

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
Antonio Machado



El pasado año, cuando terminé el relato de El alma tiene extraños refugios... , hice referencia a la huella que Antonio Machado dejó en Soria:



Este año, el nuevo viaje llevaba implícito visitar Collioure. En la tarde del 16 de agosto, coincidiendo con el final de fiestas de Collioure, tras haber visitado, por la mañana y parte de la tarde, Perpignan y Argelés, hacia allá nos dirigimos. Desde lo alto, desde la carretera, nos quedaba una hermosa imagen de Collioure. Ahí hubimos de detenernos, unos gendarmes nos indicaron que no era posible bajar con coche al pueblo. La casualidad quiso que, junto a la rotonda desde la cual hubimos de parar, encontrásemos un cementerio, pero nuestra ilusión se frustró ya que aquel no era el viejo cementerio de Collioure donde reposan los restos del poeta. Era tarde para la vuelta a Castellfollit de la Roca, de modo que, muy a nuestro pesar, hubimos de partir.

Cuenta la Historia que cuando María Zambrano cruzó la frontera, como tantos otros, el 28 de Enero del año 1939, yendo en coche junto con su madre y su hermana, en el camino encontraron a Antonio Machado, que caminaba apoyándose en su madre, les invitaron a subir y él se negó diciendo que quería cruzar la frontera junto a los vencidos. María Zambrano bajó del coche y cruzó la frontera junto a su amigo. Antonio Machado murió al cabo de un mes, en Collioure: allí fue enterrado.

En esta parte de nuestro viaje deseábamos encontrar referentes de nuestro tío abuelo Diego Abellán De la Ossa, ya fallecido, en Perpignan. Huyó de los asesinos, de Franco y sus secuaces, en 1939, siguiendo los pasos de los miles y miles de españoles que emprendieron ese maléfico viaje.

Por ello, el hallazgo en Argelés del llamado “cementerio de los españoles”,
donde un monolito, con la inscripción de varios nombres de republicanos muertos en el infernal campo donde los exiliados españoles iban siendo retenidos, junto al mar, en el cual miles de ellos murieron, convirtió la visita en un sentido homenaje hacia todas aquellas personas, entre ellas varias decenas de niños, que constituían el muy numeroso grupo humano de compatriotas que dejaron su vida tras haber sido despojados de sus ilusiones de futuro,de libertad, por la canalla fascista.
En ese lugar, por primera vez en mi vida, ante un símbolo sencillo, sentí una enorme emoción y, sobre todo, sentí como nunca antes la había sentido, mi condición de español.

Esta emotiva etapa, tuvo lugar el quinto día de nuestra estancia en tierras catalanas.

Nuestro viaje dio comienzo en Espot, junto al Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, en Lleida. Desde el camping Solau de Espot llevamos a cabo dos excursiones, dos días consecutivos. La primera de ellas nos llevaría al famoso Estany de Sant Maurici,
hermoso y enorme lago de origen glaciar; después, seguimos ascendiendo, atravesando bosques de pino silvestre, pino negro y abeto, con abundantes pastizales donde faltan los árboles.

También hay, más diseminados, bosques de abedules y hayas. Hongos, algas, musgos y líquenes enriquecen todavía más esta privilegiada región del Pirineo.
En nuestro ascenso llegamos al Estany de Ratera

Para continuar, acompañados de agua y granito,
seguimos nuestra marcha hasta el lago de Amitges

La segunda jornada, a lo largo de un recorrido caracterizado por su gran desnivel, afrontamos la visita al Estany Negre. Ruta algo dura que, como suele ocurrir en estos casos, cuando culmina, tanto la ruta en si misma, como la belleza del lago que nos encontramos, dan por bueno todo el esfuerzo que ha requerido la ascensión.

Las siguientes etapas de nuestro viaje requirieron un desplazamiento previo, de unas cuatro horas en coche, para ir desde Espot a Castellfollit de la Roca, en Girona.

Una casa rural aguardaba nuestra llegada, así como la de las otras cinco personas del grupo definitivo.

Desde Castellfollit, fueron programadas las diferentes visitas que, durante una semana, llevaríamos a cabo. Castellfollit se encuentra encuadrado en la comarca de la Garrotxa. Dos ríos bordean este bello y curioso pueblo, cuyo casco histórico descansa sobre una amplia plataforma basáltica, cuyo origen hay que buscarlo en el enfriamiento de una lengua de lava.
La actividad volcánica del pasado da forma a las estructuras geológicas actuales de la comarca, de ahí que los volcanes de la Garrotxa constituyan un Parque Natural, donde, la orografía, el suelo y el clima proporcionan una variada vegetación, a menudo exuberante, con encinares, hayedos y mantos de helechos de excepcional valor paisajístico. De lo cual dimos buena cuenta la tarde que descendimos, previo ascenso, al cráter del volcán Santa Margarida, el cual contiene una ermita en el centro de dicho cráter.

Pero, además, la Historia ha dejado huellas medievales, en esta comarca, especialmente destacables, como las de Besalú
y Santa Pau.

Ambos pueblos fueron también destino del grupo: bullanguero y comercial, Besalú; tranquilo y cargado de misterio, Santa Pau; con todo, los dos rezumaban la belleza que la Historia concede a privilegiados pueblos de nuestra geografía.

Roses y Cadaqués, en la costa, también formaron parte de nuestro itinerario. La fama de la Costa Brava se convalidó ante nuestra mirada. La carretera que une a ambos es sinuosa y vertiginosa, lo cual le imprime, si cabe, aún más belleza.

La Historia, en Roses, ha dejado secuelas de las variadas civilizaciones que pusieron su impronta en ese lugar, dando buena muestra de ello el recinto amurallado de la ciudadela

Cadaqués, pueblo de Salvador Dalí, constituía una visita insoslayable. A pesar de lo tortuoso del camino de acceso, sus calles estaban llenas de turistas.

Nos dejamos en el tintero la Casa-Museo del pintor, pero eso fue compensado con la visita que hiciésemos al Museo Dalí de Figueres.


Mientras vivió, Dalí no dejó indiferente a nadie. Tras su muerte, después de conocer sus amistades y ambientes de juventud, uno encuentra un ápice de cinismo en su biografía, que no empaña el halo de genio que lo envuelve. Su museo es digno de ser visitado. Su obra ratifica su peculiar personalidad.


Camprodon y Beget, en la Alta Garrotxa, constituyeron los penúltimos destinos de nuestro viaje. Días antes del inicio del viaje, El País Viajero hablaba del Museo de la Retirada de Camprodon refiriéndose a la colección de objetos, de toda índole, que habían sido recogidos tras la huida de miles de españoles, hacia Francia, después de que las tropas fascistas finiquitasen los últimos reductos de la resistencia que el pueblo español opuso al golpe de estado de 1936. He de reconocer que, si bien albergaba una gran colección de armamento y recortes de prensa, no hallé lo que creí entender.

De todos modos, la labor de la persona que, a modo particular, ha recopilado ésos y otros materiales, como documento de los tres primeros infames años del infierno de décadas que vivió este país, si uno anda por Camprodon, merece ser visitado.

Beget, por su parte, es un bello pueblo pirenaico, rodeado de frondosos bosques y bañado por ríos de alta montaña confiriéndole un carácter de enigmático y recóndito lugar que nos ha legado la Historia pletórico de belleza.


A este viaje aún le restaba una última estación, la ciudad de Girona sería esa estación. De ella, conservaba uno los trazos que trazase José María Gironella, en su obra “Los cipreses creen en Dios”, que leí hace muchos años. Por aquellas extrañas asociaciones milagrosas, a que nos tiene acostumbrados la mente, la ciudad que visitamos se correspondía con la que uno forjó.

Aunque el relato del viaje toca a su fin, deseo volver al paseo que dimos por Perpignan. Nos dejamos llevar por sus calles, el recuerdo de los muchos años que nuestro tío abuelo y su familia las han vivido, acompañaban nuestro paseo. En ese dejarse llevar por Perpignan, llegamos hasta el Palacio de los Reyes de Mallorca

Vistas desde Perpignan, las miserias que, día a día, va uno encontrando por boca de ciudadanos de toda índole ideológica, rajando a diestro y siniestro de Cataluña, que no son sino anécdotas incendiarias que surgen de la envidia, se quedaban en eso, en miserias puras y duras.

Afirmación que certifico tras comprobar como, después de la primera visita de mi vida a Cataluña, todas aquellas afirmaciones gratuitas que me llegaron a lo largo de mi existencia, en el sentido de que eran gente rara e irrespetuosa, confirman la mala fe, la desinformación y el catetismo de quienes las enunciaron.

Santos López Giménez
En Cehegín, a 25 de agosto de 2010