jueves, 27 de septiembre de 2012

A un miserable presidente del Gobierno

  Miserable señor Rajoy:
                           Recordará usted, porque estoy convencido de que el tinglado lo montaron sus aprendices de Goebbels, aquel escrito, que sus goebbelitos adjudicaron a José Luis Sampedro, en el que se le llamaba a usted hijo de puta. El escrito no estaba nada mal, de ahí el acierto de sus goebbelitos, pero, siendo quien era el firmante, Sampedro, a él, no le pegaba de ninguna manera, chirriaba a la legua. En cierto modo, lo que me resultó curioso fue como durante semanas el escrito se expandía por la red y a nadie, ni a usted, ni a su partido, parecieron importarle lo más mínimo ese insulto grosero y sin fuste, lo cual, en última instancia, confirma mi teoría de la goebbelización: hacemos que rule y el desprestigio para una determinada ideología social de izquierdas, y de paso, para el líder intelectual del 15 M, están servidos. 
                          Demasiada introducción, la mía, para decirle, simplemente, que yo voy a utilizar un adjetivo, nada elegante, ni lo pretendo, pero, que lo define a usted en su máxima dimensión: miserable. Y lo hago desde el absoluto convencimiento de que usted lo es. Lo hago cuando miles de nuestros conciudadanos, de los que me siento muy orgulloso, siguen en la calle, en Madrid, protestando en su nombre y en el de millones de españoles que estamos muy hartos de sus mentiras y de sus antisociales medidas económicas; muy hartos de que la tupida red de su mayoría absoluta, sea la coartada para estrangular la libertad de expresión en TVE y RNE; muy hartos de que implante el miedo entre la ciudadanía, mediante amenazas incendiarias verbales de carácter económico, pero además, utilizando la fuerza física a través de la asquerosa intervención de la policía, cuyo deber es defender al pueblo y usted la utiliza para que agredan, amedrenten y apaleen al mismo pueblo que, pacíficamente, trataba, y en estos instantes lo está haciendo, noche del 26 de septiembre de 2012, de manifestar su más enérgica repulsa a sus infames decisiones desde que llegase a la presidencia del Gobierno de España.
                        Voy terminando este escrito, que le dirijo a usted, y, en la SER, relatan los últimos rescoldos de la segunda jornada de protesta, que comenzase ayer, 25 de septiembre, cuando su policía, no la del pueblo, decidió que había que generar más miedo que nunca mediante el uso desatinado y desproporcionado de una inusitada violencia gratuita. Esta noche todo ha sido más tranquilo, los ciudadanos abandonan las calles, no sin antes recordar indignados, ante los micrófonos de la SER, las miserables declaraciones que usted ha hecho desde Nueva York, en el sentido de que la mayoría de españoles no salimos a la calle a protestar y que se siente orgulloso de ello, cuando la realidad, y es bien sencillo entenderlo, manifestaban estas personas, es que, en la calle o no, somos millones los que estamos hartos de su gobierno y de su miserable actitud como gobernante. 

Santos López Giménez

jueves, 20 de septiembre de 2012

De un luchador impenitente

                   Entre los burdos y malintencionados argumentos que, la canalla fascista, alegó para detener y asesinar a Federico García Lorca, según se mencionaba en Lorca, muerte de un poeta, un artículo en prensa escrita de Federico, donde arremetía contra la burguesía de Granada, denominándola, la peor burguesía de España, era considerado como una prueba de que su detención no ofrecía dudas para aquellos asesinos golpistas. Si aquella pertinente aseveración del poeta la extrapolásemos al resto de España, frente a los demás países europeos, es fácil adivinar que, en ese escenario, la nuestra, la burguesía española, ha sido y es, no ya la peor, sino, la más retrógrada e intervencionista burguesía de los países de nuestro entorno más próximo. 
                   La burguesía europea, en diferentes momentos de sus respectivas historias, supieron entender que sus conciudadanos, aquellos que representan a la aplastante mayoría de sus países, no estaban por la labor de dejarles hacer y deshacer a su antojo. Revoluciones y guerras, determinan el desarrollo socio político europeo, desde el XVIII hasta el XX, a través de las cuales, a la burguesía, se le bajaron los humos. Obviamente, procesos todos cargados de mucho sufrimiento y muerte que, a priori, nadie desea como fórmula para el fin expuesto, pero que, quién podría cuestionarlo, la Historia puso en escena dando como resultado las distintas sociedades que hoy jalonan nuestro continente.
                  En consecuencia, considerando que el proceso histórico más doloroso sufrido por nuestro país, en el periodo mencionado, el Golpe de Estado Fascista del 36, trajo como legado el afianzamiento de nuestra rancia burguesía, no extraña que a día de hoy las secuelas no sean meras anécdotas sociales, sino lacras que marcan nuestro presente y, lo que es peor, nuestro futuro.
                  Por todo ello, cuando de valorar la vida política y humana de Santiago Carrillo Solares se trata, apelar a su papel determinante y honesto durante la mal llamada transición, que pareciera, según todas las voces escuchadas y leídas hoy, su único y falaz mérito, frente a ello, me quedo, como destacase ayer en la SER otro poeta granadino, Luis García Montero, con su denodada lucha en la Defensa de Madrid durante los tres años de la barbarie y el asedio fascista; así como, de su posterior lucha en el exilio como máximo representante del único partido que, sin tregua ni desmayo, plantó cara al fascismo hasta la muerte del genocida asesino. 

Santos López Giménez

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