domingo, 29 de septiembre de 2013

"Ya estáis hablando de política"

                               Imagino que dependerá de las dinámicas que cada uno haya seguido a lo largo de su vida. Actualmente, si he de ser sincero, pasaría de muchos asuntos sociales, pero, tanto desde el punto de vista personal, como del ideológico, en ambos, la fuerza que me impele siempre acaba ganando esa pequeña batalla interna con la que he de bregar para seguir aportando un pequeño grano de arena a la construcción de la sociedad en la que vivo. No sabría, porque tampoco es necesario, cuantificar la intensidad de mi aportación, en todo caso, y porque, como decía aquel, hay gente para todo, si alguien lo desea aclaramos conceptos respecto de la mencionada aportación. Pero, no trato de que sea ella la protagonista de nada, en todo caso, trataba de vincularla con la otra faceta, paralela, que conlleva la misma: me refiero a la defensa argumental de posiciones ideológicas y/o de vida, a las cuales, desde adolescente, he sido muy dado. Bajo esa "aureola", he pasado buena parte de mi vida. Unas veces, me congratulaba conmigo mismo; otras, era tal el mal sabor de boca que rezumaba, tras largas sesiones de debates, entre amigos o conocidos, que solía conjurarme para no volver a verme envuelto en situación semejante nunca más. Ese nunca más, no me lo creía ni yo, sabía que siempre habría una próxima ocasión. En todo caso, dado que tampoco tenía acceso a foros en los cuales uno pudiese desarrollar tales conversaciones, no porque no existiesen, sino por mi manifiesta incapacidad para desenvolverme en tales ambientes, lo cierto es que casi siempre eran improvisadas tertulias las que obraban en una u otra dirección. Pasado el  tiempo, descubrí que tenía a la mano la posibilidad de utilizar la escritura, lo cual me ayudó mucho para expresarme mediante dicha vía, sorteando ese difícil mundo de la verborrea pública, al que tanto miedo escénico tuve y tengo.
                           Dicho lo cual, es ahora cuando, realmente, deseo comentar sobre, no sólo mis interlocutores domésticos de esas improvisadas tertulias, sino, en general, de todo un elenco de personas que, años atrás, ejercían de censores, a cada momento con la espada en alto, dispuestos a, no ya censurar lo que se hablase, sino, simplemente, a coartar la posibilidad de que se hablase. Los asuntos de corte social, pasaban todos directamente al saco de una lapidaria frase, aún vigente, aunque ahora, el perfil de tales censores ha quedado reducido a un arco menor que el de antaño, siendo dicha frase, más o menos, algo así como "ya estáis hablando de política". La carga de la dichosa frase recaía, exponencialmente, sobre quienes ya estábamos marcados, era más liviana para quienes eran considerados dóciles personas arrastradas por el desalmado de turno, casi siempre quien escribe, que osaba sacar a colación asuntos como el de la masiva construcción urbanística prevista por el Ayuntamiento de turno, o, vete a saber, aducir, sin venir a cuento, el despropósito de que el Estado Español apostase por invadir Irak, por nombrar dos de las lacras más significativas de la última década.
                         Hoy, las múltiples colateralidades, de las políticas neoliberales, ocasionadas por el hurto social de los derechos ganados a fuerza de sangre, sudor y lágrimas, cuando menos, han relajado la carga censora de aquellos que otrora anduviesen ojo avizor para cazar a los ingenuos que mostrásemos preocupación social, a la que ellos siempre llamaban "hablar de política". Sin embargo, como quiera que los peones encargados de ejecutar aquel juego sucio, ahora han tomado partido por la cuenta que les trae, los verdaderos beneficiarios de aquella anatema social, es decir, la Derecha política, económica y social, optó por una nueva estrategia: dejemos que hablen cuanto quieran, es inevitable, pero, introduzcamos un nuevo elemento, el desprestigio de la política en su totalidad. Dueños del cotarro económico, maestros del cortoplacismo, y avezados alumnos de Maquiavelo, saben sobradamente que la sustancial pérdida de votos que ellos puedan tener, bajo esa consigna social, no es nada comparada con la que cualesquiera otros partidos tendrán. La causa, no por repetida, hay que dejar de significarla: el votante, afiliado o simpatizante de los partidos de Izquierdas mantiene una actitud crítica a años de luz de aquellos que orbitan en la Derecha.

Santos López Giménez





Sin prisa pero sin pausa,
como el "calabobos",
desde la más tierna infancia
preparan el cebo:
"Si no te comes la sopa
te llevará el coco..."
"Los tocamientos impuros
te dejarán ciego...".

Y te acosan de por vida
azuzando el miedo,
pescando en el río turbio
del pecado y la virtud,
vendiendo gato por liebre
a costa de un credo
que fabrica platos rotos
que acabas pagando tú.

Son la salsa
de la farsa.
El meollo,
del mal rollo.
La mecha
de la sospecha.
La llama
de la jindama.

Son el alma
de la alarma,
del recelo
y del canguelo.
Los chulapos
del gazapo.

Los macarras
de la moral.

Anunciando apocalipsis
van de salvadores
y si les dejas te pierdes
infaliblemente.
Manipulan nuestros sueños
y nuestros temores,
sabedores de que el miedo
nunca es inocente.

Hay que seguirlas a ciegas
y serles devoto.
Creerles a pies juntillas
y darles la razón
que: "El que no se quede quieto
no sale en la foto..."
"Quien se sale del rebaño,
destierro y excomunión".

Sin prisa pero sin pausa,
esos carcamales
organizan sus cruzadas
contra el hombre libre
más o menos responsable
de todos los males
porque piensan por su cuenta.
Sueñan y lo dicen.

Si no fueran tan temibles
nos darían risa.
Si no fueran tan dañinos
nos darían lástima.
Porque como los fantasmas,
sin pausa y sin prisa,
no son nada si les quitas
la sábana.