lunes, 30 de noviembre de 2015

Noviembre 2015: se levanta el telón


                                    Hoy es el último día de un mes que mezclará dolor, cinismo, pesimismo y, porque doblegarse ante el futuro no es humano, pinceladas de optimismo poco o nada concretadas, pero optimismo al fin. Es bien conocida aquella máxima de que el pesimista es un optimista bien informado. No sabe uno en qué momento debimos dejarla en la cuneta y concluir que en sí misma arrastraba su condena: qué significa "bien informado", acaso existe una buena información, acaso los grandes asuntos que provocan nuestros desvelos ofrecen, paralelamente, fuentes de información que aminoren su intensa y dramática estela. Entonces, a qué ser optimista, qué nos ofrece el momento actual que nos haga considerar ese estado de ánimo. No parece preciso ensalzar este mes dejándonos arrastrar por aquellas consideraciones mediáticas que parecieran colocarlo en el umbral de los acontecimientos sublimes e históricos sin parangón, sólo así, estoy dispuesto a entregarme en brazos de ese desconcertante optimismo, sin base alguna que lo ampare, cuya única argumentación obedecería sólo y exclusivamente a las propias leyes naturales que, a buen seguro, nos echarán una mano para alivio de nuestros hijos y de las generaciones venideras. Los mimbres humanos con los que la humanidad actual ha de recomponer el desbarajuste dramático que nos contempla, no existen; la catadura moral de aquellos que, desde herméticas burbujas, han de afrontar el planeamiento de nuestro futuro es propia de seres alejados de cualquier concepto humanamente homologable por no decir directamente que son desgraciados seres vivos con apariencia humana, fiel reflejo de una Humanidad que perdió el norte de qué era aquello que buscaba para facilitar el bienestar de sus componentes, para dignificar las vidas de todos y cuantos la componemos.

Santos López Giménez