jueves, 31 de marzo de 2016

De lo humano, jamás de lo divino

     Demasiado ruido y ninguna sustancia. Así devienen los días, así transcurre la existencia social de este colectivo humano al que llamamos España.

     Desde que me reconozco, la idea siempre fue la de que da igual el origen, da igual la trayectoria, da igual, los patrones vienen de serie, estamos cortados bajo prismas que difieren muy poco los unos de los otros. He experimentado todas las posibles variantes que el mundo laboral pudiera ofrecernos, humanas todas ellas, muchas de ellas asquerosas, infames y nada humanas. ¿Dije humanas?, ¿me desdije de inmediato?, a ver, pongamos blanco sobre negro, seamos serios y sinceros con nosotros mismos: humano es todo aquello que, parafraseando a este blog, entra dentro de lo posible. Por tanto, la sensiblería no tiene cabida en el bando de la no humanidad: todo lo que el ser humano ejerce, todo ello, es humano; dejemos a un lado las tibiezas, ambigüedades y empalagosamientos.

     El cumplir años, el hacerte mayor, tiene muchas ventajas, yo diría que todas, sin embargo, entre ellas, entre el entramado de deducciones que se te van presentando a modo de surtidor espontáneo, hay algunos elementos que bien podrían haber permanecido tal como la ingenuidad primigenia me indicaba. Harto de estar harto, uno descubre que las diferencias, entre seres humanos, diferencias de carácter, me refiero, no son tan grandes como pudiera parecer: se organizan congresos para hablar de ello, porque da vértigo reducirlo a su mínima expresión, y mediando tales grandilocuencias justificamos el calco al que somos sometidos. Y lo que es peor, se reubican, se reorganizan, se estratifican, como capas de una cebolla, los variados estereotipos que nos quieren hacer creer que existen. 

     Qué va, las puñaladas vuelan, nos llegan desde todos los frentes. Casi siempre, bajo disfraces nada reconocibles, asquerosos disfraces de engoladas voces, engatusantes y melosas, prestas y dispuestas a ocluir todo vestigio de semejanza o cualesquiera otras prestanzas de esa falacia que damos en llamar "carácter humano". 

     Miradlo como mejor os plazca, pero, antes o después, ubicaréis a cada hijo de vecino, concretando quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. El tiempo nos otorga las respuestas, el tiempo, apisonadora que todo lo aplasta, tal que fotografías neuronales de la memoria, que se nos muestra cálido y resuelto, al tiempo que veraz y cruel.

Santos López Giménez