viernes, 22 de septiembre de 2017

Se cierne la tragedia, entre el chascarrillo y la broma.

                                       Cuando a aquellos amigos, tan refinados y pulcros ellos, que se permitían el lujo de llamarme al orden, ante lo que consideraban "mi radicalismo a ultranza", les leí ayer como se expresaban, seguramente, fue cuando comprendí que la tragedia está servida.
                                       Pero, lo sabíamos, hace mucho que esa sospecha flotaba en el ambiente. Los desvergonzados miembros del partido que gobierna España, tienen copados todos y cada uno de los ámbitos que precisan para el control y escenificación de aquello que les venga en gana transmitir. La manipulación es continuada, hasta el punto de tener ahora mismo a una población sumida en un estado de "euforia patriótica", que les transmuta hacia posiciones de un chusquero, trasnochado, pero peligrosísimo patriotismo, al que tan dados son esas criaturas ladronas. O no se es un ladrón cuando se ha cobrado en negro, durante años, mediante una caja, llamada B, a la cual iban a parar millones de euros procedentes de las más inverosímiles fuentes de ilegalidad.
                                      ¿Y son una mafia de ladrones quienes pretenden hacerme entender que la fuerza de policía, ejército y guardia civil van a ser necesarios para aplacar a todo un pueblo que, únicamente, pide poder manifestar su derecho a decidir, como tal pueblo, el futuro del mismo?
                                      Entre tanto, mis amigos, muy dados ellos al chascarrillo y la broma, siguen en su cruzada de anteponer todas y cada una de las falacias que, tal que si de leyendas contrastadas se tratasen, empañan la historia de la relación humana hispano-catalana. Y pareciera que salen ahora a relucir, como siguiendo un rastro de justificaciones que hagan compatible el eterno odio hacia esa bendita tierra catalana con la demostración de fuerza que el fascismo institucional está infringiendo al pueblo catalán.
                                    Pero, desgraciadamente, lo peor pudiera estar por venir. Y ahí, hemos de exigir al parlamento español, que haga valer su condición de mayoría democrática frente al fascismo de los parlamentarios que amparan esta estúpida demostración de fuerza que un grupo de desalmados, que nunca debieron acceder a esa posición que ocupan, abandonen de una vez por todas la misma y pasen a ser juzgados por los muchos delitos que llevan a sus espaldas.

Santos López Giménez